Peñuelas

UN LUGAR TRANQUILO PARA VIVIR...

Historia de Peñuelas

escrito por Alejandro Soldado Arco

Peñuelas es una pequeña localidad dentro del municipio de Láchar, situada en la parte occidental de la Vega de Granada (provincia de Granada), en el sureste de España. Cerca de esta localidad se encuentran los núcleos de Trasmulas, Fuensanta (ambas en el término municipal de Pinos Puente), Cijuela y Castillo de Tajarja.

Peñuelas fue creado por el Instituto Nacional de Colonización (Hoy el IARA) a principios de la década de los 60. Se repartió a cada familia una casa y una parcela de tierra de riego, ofreciéndoles facilidades de pago de hasta 40 años.
La gran mayoría de los primeros habitantes de Peñuelas procedían de los pueblos de los alrededores: de Trasmulas y de Láchar, fundamentalmente.
Peñuelas se asentó en el término municipal de Láchar. Sus casas, -en número de 129 con su lote y aproximadamente otra decena más destinadas a maestros, sacerdote, tenderos, etc. - fueron construidas con materiales económicos: piedra y mezcla de arena y cemento. Todas las casas tienen una planta o  planta baja y alta y los tejados con  teja árabe tradicional.
La superficie de cada  solar  se aproxima  a los 600 m2 y la casa en torno a 88 m2.  Además cuentan con  otras dependencias: cuadras, graneros o cámaras para albergar los animales de labor y los animales de granja, además de las cosechas. 
Las tierras entregadas a los "nuevos colonos"  eran tierras de Láchar, previamente adquiridas (el 21-12-1942) por el Instituto Nacional de Colonización (I.N.C.) a los herederos del Señor de Láchar -Duque de San Pedro de Galatino y Conde de Benalúa- y otras tierras de a la marquesa de Agrela pertenecientes a  Trasmulas  (Término Municipal de Pinos Puente). Estas tierras fueron adquiridas como tierras de secano y fueron transformadas a regadío más o menos parcial, ya que dependían de la disponibilidad de agua del pantano de los Bermejales, también construido por los años 50.
Los 94 lotes de parcelas que se repartieron a los colonos tenían superficies comprendidas entre 4 y 6 Ha. por otra parte,  los 35 "huertos familiares" tenían una extensión de media Ha., para obreros agrícolas, empleados del INC (guardas, tractoristas, mayorales,...).

Estos primeros colonos "parcelistas" debían cumplir una serie de condiciones mínimas para poder asentarse en el pueblo. Estas condiciones eran las siguientes:
-- Acreditar una práctica agrícola reciente de dos años como mínimo.
-- Ser mayor de 23 años y menor de 50, y con el servicio militar cumplido.
-- Ser casado o viudo (varón) con hijos.
-- No tener ninguna enfermedad hereditaria fisiológica (sífilis, tuberculosis,...) o defecto físico, que imposibilitase o dificultase el trabajo agrícola. -- Acreditar una moralidad y conductas aceptables.

También había condiciones consideradas como preferentes y eran las siguientes:
-- Tener experiencia en los cultivos a los que iban a ser destinadas las tierras.
-- Saber leer y escribir.
-- Tener hijos aptos para el trabajo agrícola. Al respecto se establecía un curioso baremo del "capital familiar". Es decir, un baremo que relacionaba las personas que componían la familia de los colonos con “unidades de trabajo”, según la siguiente tabla de equivalencias:

Sexo Edad Equivalencia en Unidades de Trabajo*
Varón 18 a 60 1’00
Varón 15, 16 y 17 0’75
Varón 12, 13 y 14 0’75
Mujer 14 a 15 0’25

Todos estos datos se reflejaban en las solicitudes del Instituto Nacional de Colonización, donde además se hacía un informe sobre la moralidad, conducta y situación económica.
Las solicitudes recibidas eran ordenadas según las condiciones preferentes, eliminando aquellas que no cumplían las condiciones mínimas. Una vez ordenadas, un ingeniero o un perito se trasladaba al pueblo de Láchar y formaba una comisión local, constituida por: el alcalde, el jefe y el secretario de la Hermandad Sindical, el comandante de puesto de la Guardia Civil, el médico titular, el párroco de Láchar ,  dos propietarios o cultivadores designados por el alcalde y el jefe de la Hermandad Sindical. En esta reunión debía verificarse la información aportada por el solicitante y se completaban otros posibles datos.

Cuando los colonos eran elegidos para poblar el pueblo entraban en “periodo de tutela”, durante el plazo de cinco años en el que debían seguir rigurosamente un plan de explotación agrónoma. Se les hacía entrega, además de la parcela, de una vaca, una yegua de tiro de raza percherona, una carreta, una serie de máquinas pequeñas para el cultivo, las semillas, fertilizantes, insecticidas, etc.  para facilitarles la explotación aunque luego estos anticipos debían ser pagados,  bien con crías de ganado o bien con los productos obtenidos de la explotación de las tierras.

Durante el periodo de tutela, que se le consideraba como aprendizaje, los colonos dependían de un mayoral -D. Paulino Navarro, capataz agrícola-  que supervisaba su trabajo y a todo el pueblo. El mayoral estaba a menudo entre la espada y la pared: ingenieros y peritos por un lado y colonos por el otro.  Cada  día el mayoral visitaba ocho o diez parcelas, allí se sentaba con el colono y comentaban todo lo referente a la parcela, si había algún problema o cualquier otra cosa. El mayoral tenía que llevar el control o la administración  de todos los colonos: de lo que recolectaban, del ganado que tenían, de las vacas que se les entregaban -que tenían que pagar con una cría y, si era macho, con  el 60% al Instituto. También tenían que abonar al Instituto el 60% aproximadamente  de lo que recogían en  cosechas. Las cosechas,  las tenía que "aforar" el mayoral "a pie", y de lo que  se les aforaba, tanto si se equivocaba como si no, el colono tenía que pagar el 60%. Eso era el "Período de Tutela". Terminado este periodo, el colono pasaba al “periodo de acceso a la propiedad" por el reintegro en plazos de 20 a 40 años.

A la primera generación de colonos, el I.N.C. les ofrecía "facilidades" para que los hijos mayores de los primeros pudieran acceder a otro lote y configurar así una segunda generación de colonos dándoles prioridad para acceder a las parcelas que habían quedado abandonadas por la migración o mediante el reparto de nuevos lotes. Estos nuevos colonos no tenían que pasar por la "tutela", ni recibían animales ni maquinaria agrícola, pero el precio que debían pagar al IRYDA (la nueva denominación del anterior I.N.C.) era superior al de los primeros lotes que se entregaron.

El principal problema lo tienen hoy en día las nuevas generaciones, los nietos de los primeros colonos que quieran dedicarse a la agricultura y seguir viviendo en el pueblo.


Ésta es una de las yeguas que el I.N.C. daba a los colonos como parte del lote.

En cuanto a la estructura  del "Pueblo Nuevo de Peñuelas", éste estaba conformado unas 140 casas de diferente tamaño que se agrupaban dentro de una malla alargada casi rectangular situada entre el arroyo del salto del Fraile y el camino de Castillo de Tajarja.

Las casas destinadas a los colonos eran de varios tipos, de una o de dos plantas con una superficie construida para vivienda de unos 80 m2 y de otras naves o dependencias donde se encerraba al ganado, se criaban gallinas y cerdos, se almacenaban las semillas o la cosecha y, más adelante, se metería la maquinaria agrícola. La superficie total, incluido el corral, se sitúa en torno a los 600 m2. Hoy sobra toda la infraestructura dedicada al mundo animal puesto que esa tradición se ha perdido.

La estructura social del pueblo quedaba configurada de antemano por la división en varios tipos de viviendas que separan a los habitantes en cuatro categorías: colonos, obreros agrícolas, comerciantes y funcionarios o profesionales de servicios (maestros, médico, cura).

En cuanto a los servicios con los que contaba el pueblo, enumeraremos:
- Iglesia con sacristía y naves anexas con una casa para el sacerdote.
- Edificios para Ayuntamiento (que después se utilizó como teleclub y biblioteca), 3 tiendas y 2 bares con sus respectivas viviendas (una de ellas fue posterior).
- Casa para médico y otra para hogar de la  Sección Femenina.
- 4 escuelas con aseos y vivienda para los 4 maestros; (originariamente, sólo dos). Los primeros maestros del pueblo fueron dos hermanos: D. Antonio Corral, para los niños y Da. Gracia Corral, para las niñas.
-  Casas para colonos que podían tener de tres a cinco dormitorios, además de otras viviendas de jornaleros, tractoristas, guardas, mayorales y obreros agrícolas que se situaron en la Plaza en su mayoría.
- Almacén cooperativo (construido posteriormente) con naves y cuadras para la remonta y un molino de grano.
- Secaderos de tabaco oscuro.
- Cementerio para Peñuelas y Láchar.
-Gran nave y patios para maquinaria, taller y garajes de tractores del INC procedentes de la ayuda americana.

Una vez elegidos los colonos que iban a vivir en el pueblo y construido el mismo según los planos del arquitecto Don José García-Nieto Gascón, el Pueblo Nuevo de Peñuelas se terminó prácticamente  en 1960, aunque el agua corriente y la luz eléctrica no llegaron hasta 1962 y 1963 respectivamente. Las tres primeras familias llegados al pueblo en 1960 fueron el mayoral, D. Paulino Navarro, el guarda D. Miguel Caballero y otro encargado más acompañados de sus respectivas familias. 

 Francisco Franco visitó los pueblos de Colonización cercanos a Peñuelas de Fuensanta y Loreto el 29 de abril del año 1961. Ese día Franco observó desde la "Cuesta del Pantano" -cerca del actual cementerio de Peñuelas- una panorámica del pueblo de Peñuelas que estaba prácticamente terminado de construir. Aquel día pusieron a funcionar el riego por aspersión de Láchar y se congregaron los colonos que ya vivían en Peñuelas algunos y otros en Láchar  para que acudieran a la "cuesta del pantano"  y que  Franco los viera con su yegua, su carreta, sus aperos de labranza y pequeña maquinaria agrícola. Al lado de Franco estaban el entonces alcalde de Láchar  Fernando Pérez (el "herrador" padre), así como el recién nombrado "alcalde de barrio" de Peñuelas, Sr. Jacinto Coca Pérez, el ingeniero Jefe del I.N.C. Sr. Torrejón, el Director Adjunto de Planes y el Delegado de Granada del I.N.C. Sres, Martínez Borque  y Bonilla , respectivamente; además del ingeniero de Colonización D. Jaime Riera y el entonces Presidente de la Comunidad de Regantes Francisco Rodríguez Valderas, -el mismo que en la década de los 70 fue alcalde pedáneo de Peñuelas.
En aquél año de 1961 el pueblo de Peñuelas ya contaba sus primeros habitantes, a pesar de que no  disponía aún de agua corriente ni de electricidad. No había entonces alcalde pedáneo: el alcalde de Láchar , Fernando Pérez Rodríguez (herrador padre) era también el alcalde de de los primeros vecinos de Peñuelas, hasta que  el Gobernador de Granada designó en su oficio del 22 de abril del 1961 y en cumplimento de lo ordenado por dicho, fue  nombrado "alcalde de barrio" de Peñuelas  al vecino de ésta localidad D. Jacinto Coca Pérez, por Decreto de 28 de abril de mismo año. D. Jacinto permaneció en dicho cargo una década, hasta que en los 70, entró como alcalde de barrio o  alcalde pedáneo D. Francisco Rodríguez Valderas, que además era concejal en el Ayuntamiento de Láchar presidido por Diego Arroyo.

Los primeros años de la década de los 60  fueron muy difíciles. Al comienzo, todas las labores se realizaron con tracción animal. El Instituto Nacional de Colonización disponía de tractores, que en régimen de alquiler por horas, podían ser utilizados por los colonos. El regadío fue rentable mientras los productos del campo valieron dinero. Hubo unos años en los que el maíz, remolacha azucarera, el tabaco oscuro (Burley), los tomates, pimientos, cebollas, etc., así como el vacuno de leche, tenían rentabilidad suficiente para poder vivir una familia de una parcela de 4 ó 5 Ha. Pasaron en pocos años de realizar las labores con una yunta de mulas o con la yegua percherona y coger el maíz a mano, a disponer de potentes tractores y recogerlo en cosechadoras. Esto provocó un aumento espectacular de las producciones, pero una disminución muy fuerte de la mano de obra que, ante la falta de industrias agroalimentarias, dio lugar a finales de los 60 y principios de los 70 a que muchos hijos de colonos tuvieran que tomar el camino de la emigración como única salida.

Nuestros mayores recuerdan con nostalgia al arquitecto del poblado - D. José garcía-Nieto Gascón- , al  ingeniero agrónomo D. Enrique Rodríguez Ocón y al aparejador D. Joaquín Lillo Izquierdo así como a D. Miguel Caballero -guarda - y otros muchos más que fueron los artífices de esta zona en la que vivimos, en unión del esfuerzo y sacrificio de nuestros padres y abuelos. A todos ellos, a los que viven aún entre nosotros y a los que ya se fueron para siempre dejándonos la semilla de su esfuerzo, sacrificio y el ejemplo de convivir en tiempos tan difíciles, esta web: www.peñuelas.es quiere dedicarles nuestro afecto y gratitud por darnos la historia de nuestro pueblo: PEÑUELAS.

Desde entonces hasta nuestros días el pueblo de Peñuelas ha ido evolucionando. Ahora contamos con mejores comunicaciones, tenemos mejores herramientas y máquinas para trabajar nuestros campos, nuestro nivel de vida y economía es mejor que entonces, también contamos con mejores instalaciones tanto sociales como deportivas -tenemos en proyecto una pista polideportiva con pista de atletismo incluida.

Han evolucionado los productos de cultivo forzados por la obligación de sacar el "máximo rendimiento" al pequeño trozo de parcela. Se incrementó el uso de fertilizantes químicos, herbicidas y pesticidas en las últimas tres décadas. Además, en este tiempo ha habido una tendencia al abandono de los cultivos iniciales (trigo, cebada, maíz, alfalfa, remolacha azucarera, tabaco oscuro) por el cultivo de productos hortícolas ( cebollas, espárragos morados, etc.) de forma intensiva.
Una de las razones por las que se explica el paso de los cultivos tradicionales a los nuevos es de nuevo el criterio de la rentabilidad y el sucesivo aumento de las necesidades de las familias con el paso de los años.

Es la gran paradoja: las nuevas plantas permiten explotar la tierra hasta cinco veces más que antes, pero implicaron que las semillas pasaran de ser un recurso gratis que se obtenía cada año de la propia cosecha a convertirse en un gasto fuerte que hay que afrontar antes de sembrar y que ha acentuado la dependencia de los colonos con respecto a las empresas agroalimentarias. Por otro lado, la industrialización de la agricultura ha hecho que los cultivos tradicionales sean mucho más productivos que antaño, pero el precio del trigo, el maíz o la alfalfa está igual que hace veinte años y, con el cambio del nivel de vida, no compensa. Los agricultores prefieren afrontar las inversiones arriesgadas que suponen los nuevos cultivos antes que conformase con los cultivos tradicionales, que son más baratos y apenas requieren mano de obra, pero que al final aportan una ganancia mínima.

Actualmente todos los colonos o sus descendientes han conseguido la propiedad de las casas y las fincas de labor y además se han construido  muchas más viviendas y se han reformado prácticamente todas las casas, aunque se intenta desde el Ayuntamiento de Láchar que  las casas de Peñuelas no pierdan la fisonomía y características de las  casas rurales tal y como fueron construidas hace más de cuarenta años.
En cuanto a las personas que buscan trabajos al margen de la agricultura, éstas  se ven obligadas a salir del pueblo. El caso más generalizado es el de los y las jóvenes que trabajan hoy en día como jornaleros o como asalariados y que, además, suelen trabajar en la finca familiar cuando es necesario ayudar a sus padres.

Actualmente, los jóvenes de la tercera generación a quienes les gustaría continuar con la agricultura se encuentran en el callejón sin salida de no tener tierra disponible que puedan cultivar como propia; la mayoría tiene que esperar a que sus padres se jubilen y conformarse con el cultivo a tiempo parcial de la pequeña parte que les quede en herencia después del reparto entre los hermanos y hermanas.

En general, la opinión de las personas de la tercera generación en torno a la agricultura se divide entre quienes mantienen una idea romántica y valoran lo positivo de trabajar un trozo de tierra propia sin jefes y quienes consideran una ventaja el abandono de las preocupaciones del campo y la seguridad que proporciona un trabajo “limpio” como asalariado, con un dinero fijo al mes. Algunos y algunas jóvenes presentan incluso una aversión al campo como medio de vida que a veces se explica por las situaciones de mala racha que han atravesado sus familias.

A pesar de las dificultades, en Peñuelas, la población está creciendo gracias a la llegada de nuevos vecinos procedentes de Granada y otras poblaciones que encuentran solares  a bajo precio y  promociones de viviendas de la localidad con  precios mucho más baratos que en la ciudad.

A pesar de la importante pérdida de población por el éxodo migratorio hacia Cataluña y Madrid que hubo en los años sesenta y setenta, muchas de aquellas primeras familias de colonos decidieron quedarse y fueron desarrollando con los años un fuerte nivel de arraigo con el pueblo. El recuerdo que persiste sobre las muchas dificultades atravesadas para salir adelante no impide que actualmente exista una valoración positiva de todo el proceso. La impresión general que predomina es que la mayoría de la gente considera que aquí se le tendió una mano y que, no sin esfuerzo, los colonos asentados pudieron pasar del hambre y la escasez a la abundancia y el bienestar que perciben hoy en día. Con todo, junto a esta valoración también se puede apreciar una cierta conciencia de las incoherencias y los abusos del Instituto durante el periodo de “tutela” y la opinión bastante extendida que considera injustificado el largo retraso en la entrega de las escrituras.

Los cambios en la actividad ocupacional de las generaciones descendientes de los primeros colonos y el resto de transformaciones que se advierten en el pueblo en las últimas décadas nos están comunicando en qué ha consistido el éxito y el fracaso del proyecto de la colonización.
Para considerar la situación actual de Peñuelas hay que tener en cuenta los problemas de la gente joven para establecerse como agricultores independientes (no había apenas lotes de tierra ni viviendas previstos para ellos), las dificultades de los agricultores para subsistir con parcelas de este tamaño (unas 5 has), el auge de nuevos cultivos y la problemática de los precios y las redes de comercialización en el marco de dependencia creciente de un sistema de mercado postindustrial y globalizado.
También hay que atender a la influencia que tienen las actividades sumergidas y otras actividades económicas en las nuevas familias, el peso de la urbanización cultural de los estilos de vida y cómo se construye el complejo sentido de pertenencia al pueblo en las personas que quieren vivir aquí y que se resisten a que Peñuelas se acabe convirtiendo en un barrio residencial o barrio dormitorio de Granada, como está ocurriendo con muchos núcleos rurales situados en la periferia de las área metropolitana granadina.

 

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